Antes
que nada, quiero pedir que se termine el sufrimiento de este pueblo y por la
libertad de todos los prisioneros, de ambos bandos, que en algunos casos ya
superan en esa condición más de treinta años.
Yo
llegué a este lugar hace muchos años y por lo que comentan en la actualidad los
saharauis la situación no ha variado. Les recuerdo que cuando España dejó esta colonia en 1975, sin contar con el pueblo del Sahara Occidental, entregó el territorio a Marruecos y Mauritania. (la historia es mucho más compleja y la pueden seguir en el documental que aparece al final de esta página)
Aprovechando
de que desde El Aiún hay un barco que une esta ciudad con las Islas Canarias,
llegué hasta aquí, donde descubrí que el desierto y la tristeza ocupan
respectivamente lugares y corazones en esta parte de África.
Les
comento que por aquí no hay mucho por ver y si mucho por sufrir, los controles
del ejército marroquí son soberbios y la climatología suele ser terrible. Estoy
hablando de la zona costera, imaginen cuán peor se encuentra la gente de los
campamentos de refugiados en medio de la nada en pleno desierto. Campamentos de
refugiados que ya tienen más de tres décadas.
Las
Naciones Unidas con su sigla ONU, una vez más demuestra que son una entidad al
servicio de las grandes potencias, y que de los lugares donde no hay para
chupar no les importa nada. Creo que lo menos que deberían hacer es limpiar los
campos minados que existen en la zona.
Cerca
del Aiún, está este oasis, y para que todos tengan una idea más concreta sobre
sitios como este voy a agregar un extracto de mi cuarto libro: “Al Límite”
Una
semana más tarde en algún lugar del desierto de Sahara las dunas doradas
rodeaban temerosas una pequeña área verde y parecía que solo faltaba estampar
sobre el documento del paisaje la firma del viento para confirmar la sentencia
de muerte de aquel delicado oasis. Si eso llegase a suceder el poder del agua
pondría en práctica toda su magia y lo haría resurgir de la arena.
«Ve,
sargento como son los oasis —le decía el de Illinois-Chicago—, la gente piensa
que son unas cuantas palmeras y una charca en el desierto pero como usted puede
apreciar son mucho más que eso; es todo un ecosistema. Aquí no hace mucho
tiempo habitó gente, nómadas del desierto, y no hay rastro de sus casas por la
sencilla razón que habitan en tiendas.
Observe como todavía continúan intactos
todos los canales de distribución del agua por el terreno. Las palmeras procuran
la sombra y la cerrazón permite conservar la humedad que hace fértil el suelo.
Los oasis son lugares maravillosos creados por la Naturaleza y, generalmente, ayudados
por la ingeniería del hombre.
Se da cuenta cómo todas las plantas medianas ayudan
a tupir sombra para que el sol sea incapaz de abrasar a sus compañeras más
pequeñas. Esa disposición planificada es obra de los beduinos para proteger sus
cultivos. Los oasis son fuente de vida y este en particular será un buen lugar
para aprender a engañar a la Muerte».
Ahora,
solo para aquellos que quieran seguir la historia que tiene atrapado a este pueblo
en el sufrimiento voy a agregar 12 cortos que forman un documental muy interesante.
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