Santa Mónica
Yo
desde que tengo uso de razón que estoy a dieta, pero qué forastero que pase por
San Bernardino, se puede resistir a comer un menú en el primer restaurante Mc Donalds
de la historia…
Después del descanso, retomé la marcha, la carretera estaba en excelentes condiciones, abundaban las señales y no faltaban tiendas de souvenir, cafeterías o casas de comida.
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Recuerdo
el día que abandoné este lugar maravilloso, en el que había pasado una semana.
Me levanté muy temprano, cogí una ducha, calcé mis vaqueros y bajé descalzo a la playa cerca del muelle, que atraviesa toda la arena y penetra en las aguas, cuando todavía estaba iluminado. ¡Qué hermoso momento! La línea de luces, que intercalaban colores, remarcaba la rueda gigante, la montaña rusa, la carpa de juegos y el tío vivo. “Es increíble todo un parque de atracciones montado sobre el mismo muelle.”
Me levanté muy temprano, cogí una ducha, calcé mis vaqueros y bajé descalzo a la playa cerca del muelle, que atraviesa toda la arena y penetra en las aguas, cuando todavía estaba iluminado. ¡Qué hermoso momento! La línea de luces, que intercalaban colores, remarcaba la rueda gigante, la montaña rusa, la carpa de juegos y el tío vivo. “Es increíble todo un parque de atracciones montado sobre el mismo muelle.”
Parque de diversiones en el famoso muelle de Santa Mónica |
Entre
el mar y la montaña de este rincón de California, la urbe inserta con maestría
sus calles, los parques y las casas. Hoy escribiendo rememoro, la experiencia,
vuelvo a disfrutar la belleza del sitio y me siento muy afortunado, porque allí
encontré gente maja con la que sentí tocar el cielo.
En
Santa Mónica termina: “La Ruta 66”. Esta carretera mítica es, también, conocida
como: “La madre de todas las rutas”.
En el mapa podemos apreciar el recorrido de este camino legendario |
Acabo
de decirles que aquí termina la 66, pero como yo, por naturaleza, remo en contra
de la corriente, por favor, dejad que les lleve en sentido contrario. Este es
un camino de reyes y reinas y el mejor carruaje para transitar por aquí, sin duda,
sería una buena motocicleta: “Harley Davidson”, por ejemplo.
Ghots riders (Botón de música)
En este punto
es lógico que ustedes se estén preguntando: “¿Y tú de qué forma viajabas?” Respuesta:
Yo viajaba, de la manera que podía: en autostop, transporte público y, también,
hice muchos km andando. Lo importante era devorar carretera, alejarme del
océano y llegar a Chicago. Esta aventura ocupa un lugar en mi juventud; pasan
los años y sigo viajando, asumiendo riesgos y cometiendo locuras, pero ya hace
tiempo que soy incapaz de hacer autostop porque me avergüenzo de pedirlo.
Por pedir, hace años que mi orgullo me impide hasta pedir la hora.
Ghots riders (Botón de música)
Una buena moto para recorrer la 66 |
Por pedir, hace años que mi orgullo me impide hasta pedir la hora.
Esto
último no es ni bueno, ni malo, es una característica como tantas otras que
forman parte de la vida de cada uno.
La
66 es un auténtico mito. La ruta, antaño, en sentido contrario al que viajamos era
símbolo de optimismo y los que la transitaron en esa dirección en los tiempos
de su apogeo, lo hicieron felices sabiendo que al final les esperaba
California: “Tierra de mar”. “Tierra de sueños”. La 66, en sí, ya no existe
porque muchos tramos fueron remplazados por modernas autovías y otros,
simplemente, dejaron de existir, pero una parte importante de su viejo
recorrido ha sido restaurado, señalizado y es fácil de seguir. También hay
partes complicadas con infinidad de caminos cortados que no conducen a ninguna
parte. En una tienda al costado del camino conseguí un mapa y mientras le
echaba una ojeada se acercó un señor, intercambiamos algunas palabras sobre el
tema y recuerdo que me dijo: “… Sepa
que debe recorrer 3860 kilómetros difíciles. Por esa razón, y por mi
experiencia le sugiero que no ataque la 66 con prisas. No se apresure, mantenga
la calma y armarse de paciencia. Solo así podrá conseguirlo…”.
Falla de San Andres, en California |
Pasado
el medio día, el calor del desierto de Mojave, ardía el pavimento, pero con las
ventanillas bajas, dentro de aquel coche, la temperatura no llegaba a ser
agobiante. Fue muy bonito porque, la conductora, me ofreció detenerse en el área
de recreo de: “La Falla de San Andrés”. Es allí donde se encuentran la placa
tectónica de Norte América, con la placa tectónica del Pacífico y forman la
falla llamada: “Del golpe y resbalón”. Estas placas chocan entre sí y en las
profundidades tratan de deslizarse unas sobre otras, pero en ocasiones se
traban y la tensión que se acumula determina la intensidad del terremoto que es
proporcional al espacio de tiempo que permanezcan sujetas. Apenas un día en la 66,
bastó para sentirme, plenamente a gusto con el camino.
Personajes de la peli Route 66 |
Estaba
emocionado; disfruté de la comida, mirando cosas alargué unos minutos más de la
cuenta mi permanencia y después salí con el café en la mano. Fue entonces que descubrí
que aquella noche era hermosa. Tenía energías y decidí caminar un poco, de esta
manera, encontré un motel: "The Wigwam", inaugurado en 1949, que desde entonces cuenta con un
par de docenas de habitaciones en forma de chozas indias. Estas curiosas construcciones
con material de obra, están pintadas de blanco, tienen ribetes de colores
primarios, y un par de pequeñas ventanas más la puerta embellece, cada uno, de
estos cuartos, que alcanzan los cuatro metros, tienen un diámetro de base un
poco superior a la altura y están asentados en un parque de gramilla verde,
entre palmeras y flores.
Motel de San Bernardino |
Después del descanso, retomé la marcha, la carretera estaba en excelentes condiciones, abundaban las señales y no faltaban tiendas de souvenir, cafeterías o casas de comida.
Viajaba
sin plan, pero con rumbo; entonces, mano a mano, recogía información en el
camino y así seguía.
Cuando
abandoné California, entré en Arizona y retrasé mi reloj una hora. Figuras de
cowboys, indios y buscadores de oro me indicaban que iba por buen camino.
A la mañana del cuarto día me descargaron en un sitio; las calles estaban desiertas y parecía que el sol no iba a alzarse de la cama. Había un bar, miré al trasluz de la ventana y no había nadie. Necesitaba un desayuno, empujé la puerta y el crujir de la madera sonó como alguien que decía: “¡Buenos días!”.
Esta acción fue muy curiosa, pero también lo era el ambiente que imperaba allí dentro. Donde el tiempo parecía haberse detenido en los años cincuenta. Sobre un suelo cuadriculado que alternaba mosaicos blancos y negros apoyaban las mesas de hierro. Las sillas también eran rojas y un periódico esperaba al primero que abra sus hojas. “En mi planeta, en aquel momento, no había respuestas porque las preguntas estaban ausentes, además, en referencia a mí mismo y todo lo que me rodeaba, conocía todas las noticias y no me apetecía agobiarme con otras llegadas desde fuera de mi propio mundo”.
Caminé golpeando los tacos contra el suelo, más que de costumbre, en el intento de llamar la atención. De esa manera llegué hasta la mesa más alejada donde estaba el periódico, recuerdo que lo cogí, lo lancé sobre otra de las redondas y tomé asiento. Desde mi posición podía observar una vitrina expositora que, todavía, estaba vacía. En una pared había un reloj antiguo que anunciaba una conocida marca de refrescos y marcaba las ocho. Muchas más cosas pendían de los muros, pero sin duda el objeto más destacado era un letrero de la Ruta 66.
Un poco más tarde apareció una muchacha que me sirvió un café con leche y el mejor cheessecake de moras que recuerdo y, además de eso, me dijo el nombre del pueblo; el sitio se llama Williams y tiene algunos edificios emblemáticos que fielmente siguen representando otra época.
A gusto con mi estómago, después de la pausa conseguí un transporte que iba a abandonar la Ruta 66, porque su destino era el “Parque Nacional del Gran Cañón del Colorado”, (enlace referente muy interesante). Les comento que el desvío vale la pena, porque el lugar es preciso y los detalles del sitio los van a encontrar haciendo un click sobre el enlace precedente. Un buen sitio donde hospedarse es el: "Ángel Lodge", un antiguo parador fundado en el año 1935, ubicado en el anillo sur a solo unos pasos del famoso corte…
En este punto, los amantes del glamour y el juego pueden experimentar un desvío para gastar un poco de tiempo y dinero en Las Vegas, (el enlace referente lo van a encontrar en la columna de la izquierda).
Entonces, nos despedimos de los que nos abandonaron por ir a la ciudad que crece bajo el lema:
“Lo que sucede en Las Vegas, no sale de Las Vegas”, y seguimos.
“Lo que sucede en Las Vegas, no sale de Las Vegas”, y seguimos.
A la mañana del cuarto día me descargaron en un sitio; las calles estaban desiertas y parecía que el sol no iba a alzarse de la cama. Había un bar, miré al trasluz de la ventana y no había nadie. Necesitaba un desayuno, empujé la puerta y el crujir de la madera sonó como alguien que decía: “¡Buenos días!”.
Cafeterías de la 66 |
Coche clasico convertido en taxi |
Ruta 66 Cafe |
A gusto con mi estómago, después de la pausa conseguí un transporte que iba a abandonar la Ruta 66, porque su destino era el “Parque Nacional del Gran Cañón del Colorado”, (enlace referente muy interesante). Les comento que el desvío vale la pena, porque el lugar es preciso y los detalles del sitio los van a encontrar haciendo un click sobre el enlace precedente. Un buen sitio donde hospedarse es el: "Ángel Lodge", un antiguo parador fundado en el año 1935, ubicado en el anillo sur a solo unos pasos del famoso corte…
Tres
días más tarde abandoné el cañón, para regresar a la route 66
Después de un corto viaje me recibieron con bombo y platillo en Flagstaff, un pueblo de montaña que tiene la parada más alta de la ruta
madre. Recuerdo que en el centro histórico al momento de mi visita se
festejaba: “El día de la Ruta 66”. Iba a quedarme, pero no había alojamiento
disponible y, entonces, disfruté un poco de la fiesta y antes de que crezca mi
entusiasmo, continué camino sobre la meseta del Colorado, disfrutando del Desierto Pintado, donde predominan las montañas aisladas esculpidas por los agentes que se alían con el viento. A pesar de la soledad, todo era muy bello, entonces, mientras caminaba, por una recta gris que cogía pendiente y luego volvía a subir hasta perderse como una aguja que pinchaba el horizonte, pensaba: “Falta mucho para que caiga la noche, pero no hay de que preocuparse porque tarde o temprano algún ángel me dará un pasaje”.
Las
aldeas de la Ruta 66 se destacan por ser polvorientas de día e iluminadas con luces
de neón de noche. No hubo suerte y solo después de estropear mis pies, logré
hacer detener a un autobús que me llevó hasta Gallup, el primer pueblo de La Ruta
66 en el estado de Nuevo México.
Llegué
muy tarde y dentro del vacío de la noche, perdido detrás del mostrador encontré
al conserje del: “Rancho Hotel”.
En
la mañana siguiente, conocí a un señor con una historia, que no voy a olvidar
jamás porque fue como caer en una bañera llena con tristeza; la agrego a continuación y la destaco en color por si alguien prefiere
evitarla.
Todos
nosotros, por pobre que fuésemos, tenemos una historia y George, así se llamaba
aquel hombre venido a menos, era parte de la leyenda viviente de la 66. Pocas
veces había caído enfermo, vivía solo en una casa abandonada fuera del pueblo y
lo que necesitaba: una comida, un par de dólares o tabaco, lo conseguía al pie
de la ruta. Originario de Chicago de joven bajaba junto a un amigo por la Madre
de las carreteras para ver cumplir su sueño en la dichosa costa del Pacífico,
pero cuando llegó a Gallup conoció a una muchacha que iba a buscar suerte en
una ciudad del Atlántico. Tuvieron un encuentro y, por su parte, un flechazo.
Dos tetas tiran más que dos carretas y ella que hablaba de Miami como la guinda
y la crema, venía de California y decía que aquel sitio en el postre que
representaba la buena vida, solo con suerte, podía ser la porcelana. George,
después de un golpe de aquellos pensó cambiar de rumbo para seguir junto a la
sabrosa muchacha. Estaba decidido y fue a buscar a Mikel para pedirle que siga
con ellos en dirección a Florida. Iba camino al motel cuando se cruzó con su
amigo a un costado de la ruta, intercambiaron algunas palabras y cuando
encontró un hueco entró con la proposición que derivó en una discusión
acalorada. Sin solución después del último cierre de palabras, Mikel, se lanzó
a cruzar la línea de tránsito para llegar al motel, recoger sus cosas y seguir
viaje hacia California, pero nunca iba a ver el sol sobre el océano porque un
poderoso camión que le arrolló terminó con su viaje y su vida. Después de eso
la muchacha que originó el conflicto, entre amigos, le dijo a George: ”jamás he
pensado ir contigo a ningún lado”.
Entonces: ni California, ni Florida, allí un día de 1956, su amigo perdió la
vida y el diablo quemó los lápices para que George, nunca más pueda dibujar su camino.
Era
septiembre; y realmente tenía prisa porque quería entrar a Chicago, antes de que
lo haga el frío.
Nuevo
México
Esta
tierra de origen hispano recuerda su pasado en los nombres de calles, pueblos,
entidades y ciudades.
Cambiaban
los medios y los estados y el paisaje continuaba entregando encanto.
Uno de los miles de restos |
La
66, a lo largo de toda su extensión es un espectáculo del ayer, vivo y muerto,
y quien tenga la fortuna de poder recorrer esta vieja ruta podrá apreciar los
esqueletos de máquinas que rodaron orgullosas por estos caminos en otra época
sin dejar de ver automóviles, camiones y otros medios de antaño que aún siguen
luchando; ya no con el terreno sino contra el tiempo.
Alburquerque
me pareció una ciudad grande, moderna, exenta de la esencia del camino que
buscaba, entonces, simplemente la atravesé sin detenerme. En Santa Rosa, la
buena temperatura me invitó, a hacer una pausa para tomar un baño en el lago. Luego
de refrescarme y permanecer en el paraje hasta secarme continué camino.
De
ese tramo, recuerdo la imagen del viento que movía plantas secas como quien
pone a rodar sin cesar pelotas de baloncesto.
Pick up, clasica |
…
Atrás quedó Nuevo México y en Texas una delgada luna me dio la bienvenida.
Estaba fresco, pero no importaba porque el brillo de las estrellas lo eclipsaba
todo. Además, de eso cuando entre en la ciudad de Amarillo, prácticamente, el “Midpoint de la Ruta 66”, me encontré
con mariachis de serenata.
Después
de una noche de sorpresas, bien temprano, mi pequeña mochila y yo, salimos a librar
nuestra batalla cotidiana con el camino. Andando me alejé de Amarillo y en la
carretera me envistió un aguacero. Eran caricias de lluvia, que no impidieron
que consiga un transporte.
Otra gran persona, que se detuvo frente, a un icono
de la ruta, para que coja un recuerdo fotográfico. Han pasado muchos años y,
todavía, tengo presente las imágenes, pero no logro recordar donde he perdido
esas fotografías. Es que una vida de vagabundo pasa factura. El sitio al que me
refería en precedencia se llama: “Cadillacs Ranch”; un monumento muy americano
compuesto por una fila de diez automóviles de esa marca enterrados por sus
frontales en el terreno y sus posteriores ligeramente inclinados hacia atrás
mirando al cielo. Detrás de la obra, un campo de trigo dorado recién mejorado
por la lluvia presentaba un fondo ideal para ese estupendo cuadro. Aquel día,
empecé mal, pero luego me flanqueó la suerte y llegué a recorrer casi
cuatrocientos kilómetros y tres estados; salí de Nuevo México, crucé Kansas y
entré en Oklahoma. Atrás habían quedado las montañas de roca caliza y ahora eran
las praderas quienes marcaban el camino.
Cadillacs Ranch |
San Louis, vista del río Mississippi y el arco |
Donde
termina Missouri, me encontré con San Luis. Para conocer esta hermosa ciudad hay que
subir al “Gateway Arch”. “La Puerta del Oeste”, es el monumento más alto de los
Estados Unidos. Esta belleza, ubicada junto al río Misisipi, está construida en
acero inoxidable, se levanta a 192 metros del suelo y a lo más alto del arco se
llega cogiendo una de las dos cápsulas funiculares que parten por canales
opuestos hasta el cielo de esta fantástica construcción. Desde allí arriba es
una buena idea planear el paseo que más tarde vamos a realizar en la ciudad. Lejos del suelo la estructura presenta
un leve movimiento constante, que de ninguna manera es para inquietarse.
¿Quién no ha visto alguna vez cuán
encantadores son los vapores del río Misisipi? La vida es una sola y, por esa
razón, hice un esfuerzo de billetera y me hospedé, dos noches, en: “The Queen”
—hay otros barcos; más económicos y más caros—, pero este que posee tres
plantas y nació en el año 1962 es divino. Un vapor de color blanco, un bote de sueños
que se desplaza por el río impulsado por una gigantesca rueda de paletas de
color rojo ubicada en todo el ancho de su parte posterior. Desde el primer
momento que abordé el crucero me sentí viviendo una experiencia de otra época.
Muebles antiguos de finas maderas, hermosas cortinas bordadas y alfombras de
Persia. Había casino, pero a mí me aburre el juego y entonces, coloqué una
ficha grande sobre el 18, no salió, y allí terminó mi aventura.
Edificios y máquinas de otros tiempos |
Oí
decir por ahí: “Es de tontos hospedarse en un crucero, sin compañía”, pero yo
no pienso de esa manera. Llegué, apareció esa posibilidad y con gusto me hice
con ella. Además, no me sentí solo, porque cuando subía a cubierta, allí estaba
la ciudad con sus luces y la iluminación del Arco que se perdía en un cielo
animado por una hermosa luna, la misma, que junto a las estrellas esas noches
me hacían compañía.
Proporcionalmente a como el tiempo avanza se acorta el camino
Última
etapa de la ruta madre, de San Luis a Chicago. La campiña del estado de
Illinois necesitaba agua y la Naturaleza que le complacía incomodaba mi viaje. Entonces,
me detuve en un sitio y no me importó preguntar su nombre. Tres casas, un
taller mecánico y un viejo camión grúa oxidado, que todavía funcionaba haciendo
auxilios, era el complemento de un edificio que albergaba un surtidor de
combustible en una casita pequeña de paredes blancas con el techo de tejas
rojas, que lucía orgullosa sus dos bombas de gasolina muy antiguas.
Cuando cesó la lluvia no había sol y estaba fresco. El tiempo definitivamente
no estaba conmigo y más adelante volvió la lluvia, esta vez, acompañada de
viento. Venía viajando en un camión pesado, cuando apareció un pueblo, donde le
pedí que me dejara. Después de saludar al generoso chofer, corrí hacia un
refugio y de inmediato supe que, una vez allí había habitado: la “señora música”
y la “señora riza”, respectivamente, amante y esposa del “señor espectáculo”,
pero estaba claro que las cosas habían cambiado y, en ese momento, la propiedad
pertenecía a Don silencio patrón de todo el pueblo. Sin duda el sitio había
tenido sus momentos de gloria, pero a mi paso estaba muerto. Los pueblos
fantasma son uno de los grandes atractivos que ofrece la ruta.
Una vieja gasolinera |
Taberna de un pueblo Fantasma |
Recuerdo
que sentado en el piso de madera debajo de la galería de aquella polvorienta taberna
esperaba que mejore el tiempo. Mi mirada se perdía en la lluvia y aburrido
repasaba los recuerdos de las imágenes de automóviles, de marcas importantes,
algunos muertos disfrutando del sueño eterno y otros, impecables, temerosos de
ser capturados por algún prestigioso museo.
En
el estado de Illinois seguir la ruta fue muy complicado, había muchos desvíos y
algunos trozos de carretera de repente se cortaban y otros no conducían a
ninguna parte… Entonces, aceleré el tranco y un 14 de octubre del año 1992,
llegué a Chicago, en el enlace pueden seguir una presentación de esta
maravillosa ciudad.
Una piezza codiciada por los museos
|
Gracias
por haberme acompañado en este maravilloso viaje de recuerdos y lo siento por la
precariedad del medio; deseo que todos ustedes puedan hacer este fantástico
recorrido, en forma física, en Harley, Ferrari o Lamborghini. Desde ya les deseo que lo
disfruten y les ruego que nos lo cuenten.
Antes de marchar agrego otro mapa, en este caso interactivo, por si algunos de ustedes le intereza profundizar. Recuerden que con la modalidad Earth se puden ver muy bien los detalles.
Antes de marchar agrego otro mapa, en este caso interactivo, por si algunos de ustedes le intereza profundizar. Recuerden que con la modalidad Earth se puden ver muy bien los detalles.
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