Es
un país del sudoeste de África que ocupa el territorio que fuera conocido hasta
la década de 1960 como África del Sudoeste,
limitando al norte con Angola, al noreste con Zambia, al oeste
con el océano Atlántico, al este con Botsuana, y al
sudeste y al sur con Sudáfrica. El sitio fue colonia alemana y más tarde estuvo tomado
por Sudáfrica.
Yo
estuve allí en el año 2003, y siempre le estaré agradecido a ese país, bastante
bien organizado, por todo lo que me dio en aquel viaje. Recuerdo que la gente
fue muy amable conmigo, había un poco de diversión y en todos los rincones
aparecieron cosas interesantes como por ejemplo el desierto del Kalajari y las dunas que mueren en el océano en la Costa de Skeleton.
Cuyo
nombre proviene de la lengua afrikáans (Wind-Hoek), transcrito: "Esquina
del viento"; hasta que la independencia de Namibia fue proclamada en 1990,
Windhoek fue reconocida como la capital del África del Sudoeste administrada
por el gobierno sudafricano, y hoy sigue siendo la capital de la República de
Namibia.
Es una ciudad portuaria de Namibia, situada en Karas, la región más al sur del país. Fue fundada en 1883 por Adolf Lüderitz, tras la compra de Angra Pequeña y alrededores, a un jefe local nama. La ciudad comenzó como una factoría con actividad en pesca; más adelante fue la urbe principal de la Compañía Colonial del África del Sudoeste Alemana, y en 1909, tras el descubrimiento de diamantes en la zona, Lüderitz se convirtió en la ciudad más próspera de la zona. En la actualidad la extracción de diamantes en la zona es escasa, pero sigue siendo importante.
O Gost town, como esta denominación en inglés lo indica, es un pueblo fantasma ubicado
a pocos kilómetros de Lüderitz.
Este
sitio, fue una vez, un pueblo minero pequeño donde abundaban los diamantes y el
dinero, mientras que en la actualidad es un destino turístico muy popular.
Hasta el punto, de que quien viene a Namibia no debe dejar de pasar a verlo,
esta última acotación es según mi humilde criterio.
En
1908, un trabajador de color encontró un diamante mientras se trabajaba para el
ferrocarril en esta área y se lo mostró a su supervisor alemán inspector.
Después
de darse cuenta que este lugar era rico en diamantes el Gobierno alemán creó el Sperrgebiet,
una zona de exclusión dentro de su colonia de África Sudoccidental alemana, que
concedía derechos exclusivos para la explotación minera a la "Diamond
Company”, alemana. Pero en 1915, durante la Primera Guerra Mundial, las fuerzas
sudafricanas, invadieron el país derrotaron a los alemanes y tomaron el control
de todo el actual territorio de Namibia.
Impulsados
por la enorme riqueza de las minas de diamantes, los antiguos residentes de Kolmanskop,
construyeron la villa en el estilo arquitectónico alemán con todas las
comodidades e instituciones, incluyendo un hospital, salón de baile, central
eléctrica, escuela, el teatro y el hall de deportes, el casino, una
fábrica de hielo, la primera estación de rayos X, en el hemisferio sur, y
el primer tranvía en
África, que en su caso tenía un enlace ferroviario con Lüderitz.
Namibia tiene buenas reservas de animales |
La
ciudad declinó después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el
diamante se fue agotando hasta obligar el total abandono del sitio en 1954.
Hoy
se puede visitar el sitio, e imaginar como eran los días de aquel lugar durante
su época de apogeo.
Les
comento que en la actualidad hay otra zona restringida de extracción de
diamantes, que incluso busca las piedras en aguas del Atlántico.
El siguiente es un documental muy completo que nos ilustra muy bien Namibia
El siguiente es un documental muy completo que nos ilustra muy bien Namibia
En
Namibia, todas las piedras pertenecen al gobierno y estar en poseso de una gema
es un delito federal.
Distinto
es en la vecina Angola, cuya situación real que conocí sobre el terreno ilustro
para ustedes con un trozo de mi segundo libro: “La Llave”.
La
charla se desarrolla durante una conversación telefónica en un programa radial
nocturno que se llama: “Historias a la Madrugada”.
«Mi
nombre es Manuel y soy de Pontevedra». «¿Cómo se gana la vida, señor?» «Preferiría
ser tratado de vos porque tengo veintiséis años. Yo, como tantos otros jóvenes
de mi tierra, cumplida la mayoría de edad me hice a la mar. Conseguí un
contrato con una empresa española que pesca alrededor del mundo; mi barco hacía
base en Namibia, pescábamos en mares del sur y, a menudo, nos deteníamos para el
abastecimiento en Ciudad del Cabo capital económica de Sudáfrica. Entre estos
dos países comenzó mi locura. Recuerdo, que salíamos a pescar, tocábamos y
olíamos a pescado pero hablábamos y soñábamos todo el tiempo con diamantes. Era
complicado y parecía imposible; estudiando podía aprender a reconocer las
piedras pero luego debía conseguir, comprar y sacar el material de Namibia.
Este país sostiene su economía con los pedruscos y el Estado que posee el
control total de las gemas está surtido de severas leyes que proveen durísimas
penas de cárcel para quien venga encontrado en poseso ilegal de una piedra de
aquellas. En la República de Namibia, antigua colonia alemana, conocí a un
alemán de nombre Klaus, un buscavidas atraído a la zona en busca de un pellizco
de fortuna. Nos hicimos amigos, este hombre no era un queso, llegaba preparado,
era un experto en piedras y, además, traía consigo una varita mágica, una
máquina del tamaño de dos cajetillas de tabaco que funcionaba de forma similar
a como se orienta un murciélago. El animal emite sonidos que rebotan en los
cuerpos, vuelven, este mismo los recibe y según su intensidad sabe de manera
exacta a qué distancia se encuentra. Mientras que la máquina emite ondas
ultrasónicas y al recibir el rebote determina de qué material es la piedra y cuál
es su dureza que determina el grado de pureza. Tal vez mi explicación fue muy
pobre, de todos modos, lo importante es que capten la idea central: la máquina
funciona sin margen de error. Llevaba tres años pescando cuando llegó una grata
noticia, ajena pero igual bienvenida. Un compañero sin conocimientos asumió un
gran riesgo y compró tres piedras por unos cientos de dólares a un señor
africano. Mi amigo Klaus le recomendó que vaya a vender el producto a Londres y
le facilitó una dirección. Cuando obtuvo su descanso regresó a España, pasó
unos días con su familia y después se presentó en la joyería inglesa indicada.
Allí analizaron las piedras; una no era diamante, la segunda tenía muchas
impurezas, que reducían su valor, y la tercera era buena, en resumidas cuentas,
multiplicó libre de gastos por treinta su inversión.
Los
antecedentes daban lugar al entusiasmo; un día regresé de un viaje de pesca y
fui a visitar a mi amigo alemán que encontré pasado de bebida, no penséis que
nosotros somos unos santos. “¿Tienes algo de dinero?”, preguntó con palabras
atravesadas y yo respondí: “Si es para algo importante tengo mis ahorros”. Él
dijo: “Puede ser la oportunidad de nuestra vida —luego amplió—. El Gobierno de
la vecina Angola ha dado libertad absoluta para la extracción de diamantes y
estoy viajando hacia allá”. Confiaba en aquel muchacho, regresé al barco,
recogí mis cosas y le pedí al capitán que deposite mi última paga en mi cuenta.
En tierra firme me uní a mi nuevo socio y cuando se le pasó la moña nos pusimos
en marcha rumbo a Angola. En aquel país reinaba y reina el caos, la gente se mataba
y se mata sin argumento mientras las enfermedades hacen todo lo posible por
hacer todavía más difícil la situación de ese lugar donde nosotros buscamos
hacernos ricos y al mismo tiempo seguir vivos.
Ahora
venimos de vender las piedras y estamos disfrutando de unos días de descanso.
Nuestra sociedad ya cumplió tres años, vivimos de los diamantes y si todo sigue
como hasta ahora en un periodo similar nos podremos retirar. El dinero te da
grandes satisfacciones, pero el miedo te aborda durante sueños o despierto,
porque en aquellas tierras del diablo es el mismo Satanás quien te da y quien
te quita.
a muerte acecha en el ruedo…». Nosotros no cavamos hoyos en busca de las piedras en bruto, evitamos ese paso y las adquirimos a través de los exploradores locales. Más o menos operamos de esta manera: mi socio Klaus se mueve solo, entre ellos, comprueba las piezas y negocia por el material. Cuando llega a un acuerdo dispone una cita simulando ser un simple intermediario. En el paso sucesivo los trae hacia mí. Yo les espero con un coche potente en un lugar abierto que ofrezca la posibilidad de distintas alternativas de escape; voy armado, con el revólver en la mano y el fusil cruzado a la espalda. En África llegamos a niveles de adrenalina altísimos, a veces, pienso que, el subir y bajar, de estos valores nos está consumiendo. Amigos nosotros vivimos de un chollo similar a ser torero; ganas mucho dinero, pero l
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