Está ubicada junto al curso del San Lorenzo, en una zona donde el
río comienza a ensancharse para luego desembocar, en el golfo de nombre homólogo, en aguas del Atlántico.
La ciudad tiene una curiosa geografía que obliga a la
urbe a dividirse en dos zonas —la alta y la baja— y debido a su amplia
diferencia de niveles, para su conexión, se utiliza un sistema de escaleras y,
también, un ascensor.
La parte antigua de la ciudad, conocida como: “Vieux
Québec”, forma parte del Patrimonio de la Humanidad declarado por la UNESCO.
Esta villa canadiense fundada en 1608; exquisita, romántica y con aire europeo nos ofrece un paseo de sueños que incluye: la Plaza Real, el Quartier Petit Champlain, calles como la Rue des Jardins y el Paseo de los Gobernadores. Un poco más adelante, en las orillas de los acantilados, vamos a encontrar el famoso hotel Château Frontenac y las Terrasse Dufferin, desde donde las vistas del río San Lorenzo son magníficas. Esta terraza conduce hacia: “Los Llanos de Abraham”, un lugar memorable para la ciudad, por haber sido el escenario de la batalla en la que las tropas inglesas derrotaron a las francesas y tomaron la ciudad. Guerreando siempre están los hombres; los franceses perdieron Quebec, pero el espíritu de Francia jamás perdió la ciudad y la prueba de esta hazaña está en la vista de edificios como por ejemplo la Asamblea Nacional y la Catedral de Notre-Dame de Quebec. Muchas costumbres y los aromas del pan, los pasteles y otras comidas también mantienen bien alto el honor de Francia. En este rincón del planeta bastante cosmopolita podemos saborear un batido magnífico porque también están arraigadas algunas buenas tradiciones inglesas junto a sabores británicos y chispazos de cosas de otras partes del mundo.
Quebec en invierno |
Quebec en verano |
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